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martes, 26 de junio de 2012

De árbitros, goles e imperfecciones

El error es parte inherente de la esencia humana. La perfección es un concepto abstracto, etéreo, utópico, inalcanzable. Quien aspire a ella debe tener cuenta que lo más que podrá hacer es volverse perfectible; es decir, 'capaz de perfeccionarse o de ser perfeccionado'(1). Siempre habrá algo que mejorar, siempre se podrá aspirar a algo más, puesto que las limitantes propias de nuestra naturaleza así lo dictan, así nos rigen.

El deporte, al ser un producto humano, no está exento de ello. Hablando de fútbol, un delantero con gran cartel puede fallar un penal o un tiro claro a 3 metros de la portería, un guardameta experimentado puede observar con angustia cómo el balón se le escurre por en medio de las piernas, o un árbitro puede marcar una falta inexistente; son parte de los riesgos implícitos que cualquier actividad humana conlleva. Y como tal, tampoco está exenta de ser perfectible; siempre podremos encontrar nuevas formas para lograr que los errores que determinen un resultado o que afecten el desarrollo de un encuentro sean mínimos.

¿A qué viene todo esto? A que nuevamente se ha abierto una herida que ha traído horas de discusión y sinsabores en el medio futbolístico internacional: la necesidad de implementar mejoras para ayudar a los árbitros cuando éstos tienen que tomar decisiones para las cuales sus sentidos muchas veces no resultan suficientes. Desde el gol "fantasma" que le dio a Inglaterra su único título mundial, hasta el gol no validado a Ucrania en la presente Eurocopa, este tipo de acciones dan lugar a la polémica y a propuestas -algunas realizadas, otras descartadas- cuya eficiencia es muchas veces cuestionada.

Quizá este sea el "gol fantasma" más famoso de la historia.

Después de un tanto no validado a Inglaterra en su duelo de octavos de final ante Alemania en el pasado mundial de Sudáfrica 2010, la FIFA tomó la decisión de implementar un aumento en el cuerpo arbitral, más específicamente colocando colegiados al lado de las porterías, con la consigna específica de avisarle al árbitro central si una jugada apretada es gol o no. Varios personajes reclamaban que era mejor implementar tecnología de punta al servicio de dichas jugadas; las voces a favor argumentaron que implementaciones tales como el "ojo de halcón" en el tenis han ayudado a determinar con claridad jugadas en las que el ojo humano resulta insuficiente para juzgar con exactitud que ocurrió; mientras que las voces en contra defendían que este tipo de implementos atentaban contra la esencia del juego, además que le restaban importancia y autoridad a la figura del árbitro.

Y el Karma se encargó de cobrar las deudas del pasado...

El miedo implícito de muchos de los involucrados en el debate está enfocado a que el uso de la tecnología derive en pausas que terminen por afectar el desarrollo del partido, y paulatinamente el fútbol  se asemeje al fútbol americano, lleno de "tiempos muertos" y de revisiones (aunque hay mayor peligro con las "pausas para rehidratación", pero eso es otro tema) que terminen por quebrar los 90 minutos de juego. Es por ello que, ante la falta de cohesión en torno a una propuesta que nos ayude a enfrentar este tipo de vicisitudes, en Fútbol sin Compromisos tenemos una idea que quizá suene sencilla, pero que bien podría servir para ayudar a encontrar una solución que deje a todos satisfechos. Dicha propuesta es la siguiente:

Que el "cuarto oficial", al estar fuera del terreno de juego y sentado en una caseta especial (ubicada entre las bancas de ambos conjuntos), tenga acceso exclusivo a un pequeño monitor en donde se transmita el "máster" de la transmisión (es decir, sin marcador, narración, logotipos ni nada que no sea el desarrollo del juego) y pueda avisarle al árbitro si se equivocó en su decisión, tras revisar la o las repeticiones pertinentes.

Entre los beneficios de aplicar este criterio se encuentran los siguientes:
  • Habría una mayor justicia deportiva: Si bien siempre habrá apreciaciones erróneas, esta medida reducirá firmemente el número de goles validados o anulados de manera injusta.
  • El árbitro no perdería autoridad: simplemente se apoyaría en la tecnología para situaciones que escapan su percepción. Sería una medida complementaria, más que sustractiva. 
  • No se perdería mucho tiempo en ver la o las repeticiones pertinentes. Los árbitros se pueden comunicar a través de sus transmisores de voz, por lo que se perderían segundos, a lo sumo. Algunos dirán: "¿Y el tiempo que se pierde en la revisión de la jugada?"Me parece es equivalente -incluso menor- al tiempo que los jugadores del equipo que se siente perjudicado tomaría para reclamar, con la salvedad que no habría tarjetas amarillas (o rojas).
Al final, se trata de criticar menos, y proponer más. Si bien muchos encontrarán aristas y complicaciones en esta -y cualquier otra- propuesta, la intención es de enriquecer el diálogo, y si no se puede formular una solución perfecta -como ya mencionamos antes-, por lo menos hay que buscar el ampliar perspectivas y horizontes, enfocar todo desde ángulos distintos; eso nos acercará más a la solución satisfactoria de cualquier problema que se nos atraviese.

Una mirada humorística al asunto. Todos somos susceptibles a errores.

1. Definición exacta, encontrada en el diccionario de la Real Academia Española.

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